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¿Podría la ciencia calcular qué capacidad de computación tendrán los ordenadores en un plazo de tan "sólo" 20 años? Hipótesis
basada en la aplicación de un coeficiente evolutivo estimado
Probablemente la ciencia, cuando menos la ficción, jamás pueda anticiparse, ni siquiera en un plazo de tiempo tan corto como pueden ser dos décadas, a pronosticar la capacidad de computación de los ordenadores futuros. La trayectoria histórica de la informática ha demostrado que nada sirve cuando se trata de medir y calcular la línea evolutiva en cuanto a capacidad computacional de las máquinas se refiere. Tal vez por ello, todos los intentos de pronóstico, muchos de ellos llevados al cine con éxito rotundo (2001, una odisea espacial), con intención o sin ella han fallado en su pretensión. Soy
nostálgico en estado puro, pero no puedo dejar de mirar al futuro
que tal vez no llegue a conocer, y es que no deja de ser curioso y
paradójico que algunos nostálgicos sintamos una especial atracción
por el futuro en lo que podríamos llamar un curioso equilibrio entre
neofilia y neofobia. Por eso quiero en esta ocasión, de la forma más
empírica y objetiva que me resulta posible, acometer un sencillo y
a la vez exhaustivo análisis que nos permita, cuando menos, rozar
la realidad futura a corto plazo en lo que a computadoras se refiere.
Con un poco de imaginación viajaremos al tiempo futuro de la informática
en los años 20 de nuestro joven siglo XXI.
A nuestras espaldas quedaba una irrepetible década, los 80, marcada fuertemente por la ola de los microordenadores gobernados por CPUs de 8 bits. La resaca siempre pesa pero a veces es momento de reflexión y ante nosotros amanecía una nueva era, el último tramo del milenio que nos impulsaría con fuerza hasta superar la mítica barrera del año 2000. Los supuestos efectos del Y2K aún no preocupaban a nadie. El cine de principio de los 80 se encargó de convertir a los años 90 en la década de los "sueños eléctricos". "Tron", "Juegos de guerra", "Rescate en Nueva York 1997" y series como "Espacio 1999" entre otras, habían visualizado años antes una década cargada de sorpresas y trepidantes aventuras para los jóvenes de finales del milenio, plenamente convencidos y ansiosos de poder abrazar el futuro. Pero eso no ocurrió, y una vez más el cine no fue fiel mensajero de lo que nos auguraba el futuro inminente y aquella generación creció y hubo de resignarse al comprobar que no celebraría la nochevieja del nuevo milenio en la luna ni en ninguna estación espacial. Lejos quedaron los sueños de la realidad. Tal vez algunos jamás llegamos a asumir el desengaño y ello nos convirtió en soñadores para el resto de nuestras vidas. Nuestra fascinación por el espacio, las computadoras, la inteligencia artificial y la ciencia, tal vez naciera allí, en esa maravillosa e irrepetible década de los años 80. Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, lo que algún día llegaría a dominar el mundo comenzaba a dar su primeros pasos, La Red. Hasta entonces, sólo los BBS (Bulletin Board System) habían podido saciar el hambre comunicativa entre los usuarios de ordenadores. En mi mesa, un monitor de fósforo ámbar destellaba en la penumbra de mi habitación dibujando de forma sosegada los ficheros y directorios de un disquete mientras, sin despegar la vista del monitor, apuraba una taza de café leyendo con atención el texto de la pantalla. Un single de Radio Futura suena. Transcurre el largo invierno de 1990 y las estrategias de IBM, Intel y Microsoft parecen haber consolidado ya definitivamente a la plataforma PC (Personal Computer) como el sistema estándar por excelencia dentro del mundo de los ordenadores para usuarios. Algunos todavía piensan que Apple ó la increíble plataforma Amiga de Commodore disponen de argumentos sólidos para disputar el liderazgo. No en vano, la capacidad del PC compatible del momento era especialmente pobre para llevar a cabo determinadas tareas y era fácilmente ridiculizada y superada por otras plataformas. En este sentido, un viejo y gran amigo intentando convencerme de las limitadas posibilidades del PC frente al todo poderoso Commodore Amiga 2000, me comentaba: "el PC es compatible y punto. Ahí acaban sus posibilidades", pero se equivocaba. Las guerras independientes de plataformas no compatibles con tecnología muy superior como Amiga, Atari ST, incluso el monstruoso NEXT y otros muchos inventos dignos de todos los elogios, se tornaban en esfuerzos sin sentido en la conquista de un terreno que día a día se les iba escapando de las manos ante las pretensiones de los gigantes monopolistas y ante un mercado ya definido. En sus intentos por sobrevivir pudimos ver auténticos prodigios propios del museo del silicio. Los cruces que condujeron a plataformas híbridas fueron una de las fallidas estrategias de Commodore que llego a comercializar ordenadores como el Amiga 2000-PC, todo un Amiga 2000 que integraba en su interior una tarjeta emuladora PC en versiones XT (intel 8088) ó AT (intel 80286 ó 80386) y que otorgaban a la bestia la tan deseada Compatibilidad. Finalmente, las plataformas no compatibles quedaron aferradas a minorías muy reducidas que las utilizaban para el desempeño de tareas muy específicas principalmente enfocadas al terreno audiovisual, una materia prohibida para el PC del momento si no era a través de suculentas inversiones en software y en hardware. Algunas resistieron en el dormitorio de muchos jóvenes que prefirieron seguir jugando con aquellas máquinas ya condenadas a la extinción. El mundo abrió
las puertas a la compatibilidad al ver la posibilidad de conseguir
un mercado global de mayores perspectivas y posibilidades y no estaba
dispuesto a volver bajo ningún concepto a la "Torre de Babel"
de los años anteriores, un panorama que había predominado en los '80
con las numerosas e incompatibles plataformas de 8 bits (Spectrum,
Commodore 64, Amstrad 6128, MSX) y algunos de 16 (Atari ST,
Commodore Amiga, Sinclair QL). Y así ocurre, de modo que los viejos
microordenadores que habían reinado durante la época de los '80, algunos
de ellos de potencia superior a un PC compatible de la época, fueron
enterrados y olvidados en los trasteros para siempre sin ninguna perspectiva
de resurrección. Si bien algunas de las plataformas más avanzadas
y con microprocesadores de 16 bits resistieron algunos años más en
los hogares como máquinas lúdicas, el mundo de los ordenadores ya
era compatible en 1990. Podía haber sido cualquier otra plataforma
pero tal vez llegaron tarde a la fiesta o no supieron animarla jugando
sus bazas.
Así, entre la curiosidad y la paradoja el recuerdo nos llevará hoy al futuro a través de la predicción basada en la historia y en nuestra propia experiencia. No, no estoy hablando de futurología, al menos desde un punto de vista esotérico, estoy hablando de algo muy distinto, establecer un pronóstico basado en sencillas reglas matemáticas y en hechos objetivos. ¿Dispuestos a seguirme? ¡Adelante! En esta primera TABLA 1ª podemos apreciar, con un esfuerzo de memoria de los que ya empezamos a ser antiguos en este mundo de la informática personal, la evolución que ha sufrido nuestro ordenador de sobremesa desde 1990 hasta el mítico año 2000, es decir, durante toda una década:
Una vez completada esta primera tabla, ¿Por qué no obtener el índice multiplicador de estas diferencias? Este índice será sin lugar a dudas nuestro protagonista, al que llamaremos índice multiplicador evolutivo. No deja de ser un valor estimado pues esta evolución nunca podrá ser totalmente lineal, pero nadie negará que resulta tentador como para no aprovechar el poder de pronóstico que nos brinda. Podremos imaginar con datos casi reales la capacidad de los equipos que ocuparán nuestros escritorios en un plazo de sólo 10 años o incluso 20, y eso en informática puede suponer toda una era. Los resultados se encuentran reflejados en la siguiente TABLA:
Como habrán observado los equipos no son precisamente lo mejor de cada época. Los motivos que me han llevado a tomar como referencia un equipo de gama baja no es otro que el de utilizar sistemas accesibles a todo el mundo por su bajo coste así como evitar entrar en cuestiones técnicas que podrían desvirtuar el verdadero potencial del pronóstico. De esta forma, considero que se transmite un modelo mucho más cercano a todo el mundo. Si bien los más optimistas pueden augurar resultados aún más espectaculares que los aquí descritos amparados en lo que podríamos denominar la hipótesis fuerte, los pronósticos más desfavorables argumentan una hipótesis débil y nos conducen a pensar que las limitaciones físicas de la tecnología actual están muy cerca y podrían constituir la causa de un estancamiento evolutivo, en cuanto a capacidad de proceso, que nos costará superar durante plazos indeterminados. En cualquier caso, cualquiera de estas líneas de hipótesis, aseveran que cualquier mortal del año 2020 dispondrá a un precio asequible (eso espero;) de sistemas de computación con capacidades monstruosas que esperarán nuestras órdenes (seguramente verbales) sobre nuestro escritorio. Estos cálculos son obviamente aproximados y deben ser tomados como tal. Probablemente no se materialicen en la forma descrita ya que el desarrollo de nuevas tecnologías basadas en el procesamiento paralelo así como el empleo de nuevos materiales y técnicas en la construcción de procesadores o modificaciones y replanteamientos en sus arquitecturas internas podrían derivar en nuevas generaciones con índices de rendimiento superiores a frecuencias aparentemente similares. De hecho, esta hipótesis para el cálculo de la capacidad futura de los ordenadores basada en el índice multiplicador evolutivo fue desarrollada en el año 2000, por lo que parte de ella podría ser contrastada en el plazo de 3 años y a juzgar por el ritmo de avance actual, podría cumplirse en gran parte de su contenido. En el caso de los procesadores vuelvo a insistir que, llegado el año 2010, a pesar de que las frecuencias pudieran no corresponderse con las reflejadas en los pronósticos, sí podría hacerlo el índice de rendimiento y la prueba de ello la tenemos ya en los procesadores de doble e incluso cuádruple núcleo que ya se están comercializando y que operando a la misma frecuencia que otro procesador pueden doblar su rendimiento. En lo que respecta
a memoria de trabajo (RAM y sistema de video) y unidades de almacenamiento,
la hipótesis continua siendo perfectamente sostenible y a fecha de
hoy ha soportado el paso de 8 años, casi una década, que en informática,
no es poca cosa. Sin embargo, no debemos olvidar que aún cuando los
pronósticos se cumplieran con la más rigurosa fidelidad toda vez alcanzados
los plazos previstos en el presente estudio, la fórmula para calcular
el futuro de los ordenadores aquí planteada nunca dejaría de ser una
mera hipótesis (del latín hypothêsis), una suposición de algo
posible o imposible para sacar de ello una consecuencia según la R.A.E.,
pues la aplicación de algoritmos lineales nunca sería efectiva sin
un estudio pormenorizado y contextualizado de otras muchas variables
implicadas en los procesos evolutivos tecnológicos.
Es seguro que campos como la Inteligencia Artificial se beneficien de las enormes capacidades de procesamiento derivando en nuevas formas de inteligencia basadas en el tratamiento del conocimiento masivo, pero los que un día soñamos con un QL de Sinclair y que inducidos por el cine visualizamos nuestro futuro en el siglo XXI surcando el espacio, no debemos dejarnos llevar por la ensoñación. El hardware evoluciona pero el software también lo hace y sus direcciones evolutivas parecen ser opuestas en lo que a tiempos de ejecución se refiere, lo cual implicará mayores retardos derivados de un nivel de procesamiento mucho más complejo y, en no pocas ocasiones, de un código menos optimizado. Si entre los principales factores considerables en la evolución del hardware destacamos la miniaturización y el aumento de velocidad, en el caso del software estos dos factores suelen evolucionar en sentido opuesto. Es inevitable, el hardware se miniaturiza y acelera, el software crece haciéndose cada vez más complejo y pesado y en la mayoría de ocasiones, menos optimizado. Por ello, nuestro flamante ordenador compatible adquirido en el año 2010 con un procesador operando a 25 GHz de velocidad y 1,6 GB de RAM por unos 600 euros, podría mostrarse igual de rápido que un sistema actual y probablemente no se terminen de erradicar por completo los tediosos tiempos de espera para el usuario si no es a través de las configuraciones más avanzadas y costosas del momento. Quizá la mejor muestra de ello sea la continua ralentización de los sistemas operativos Windows, que si bien a veces ofrecen ciertas mejoras en su aspecto, siempre es a costa de un notable aumento de proceso y peso. Sirva la siguiente tabla para ofrecer una idea aproximada de las causas:
Por ello, y en correlación directamente proporcional a la tabla precedente, debemos asumir que las imponentes cifras para el hardware reflejadas en la 2ª tabla irán irremediablemente asociadas a tasas de transferencia igualmente desmesuradas pero que seguramente se vean ralentizadas por mastodónticos programas movidos en pesados sistemas operativos con interfaces sumamente complejas y no precisamente para el usuario. Por citar algún otro ejemplo, sírvanos conocer que el reconocimiento de voz es una de las asignaturas pendientes que madurará en los próximos 10 años para dar más tarde paso al reconocimiento de patrones (imágenes), tareas ambas que requieren una capacidad de cálculo inmenso y que devorarán cuantos GHz de frecuencia podamos imaginar.
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