MI
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Nací en Melilla en
1.970 , pequeña y mágica ciudad española del norte de Africa
enclavada en el Reino de Marruecos. Mi ciudad natal es una
puerta, una frontera entre dos mundos muy distintos, Europa
y Africa. Un puente y un muro a la vez que me han permitido
comprender la realidad del mundo desde un mayor ángulo
de visión.
Ni que decir hay que los años setenta eran
malos tiempos para la lírica
y por supuesto, para la informática doméstica, por ello,
durante la segunda parte de la década de los
setenta me vuelco por completo en conocer el mundo de los
animales. Enciclopedias como "La aventura de la vida",
"Fauna", "Enciclopedia canina" y otras
colecciones documentales pasan a engrosar la biblioteca
de una personita que apenas ha cumplido los 10 años y programas
como "El hombre y la Tierra" marcan en mi una
profundo e imborrable legado.
La zoología ocupa la mayor parte de mi tiempo
libre hasta la llegada a mi vida de los ordenadores, más
o menos en 1983, momento en el que la microinformática irrumpe
en mi vida de forma impactante. Durante 1983, junto con
algunos amigos, me dedico a remitir cartas a diferentes
empresas nacionales solicitando información y catálogos
sobre microordenadores del momento con el fin de hacerme
con algo de documentación y fingiendo estar interesado en
la adquisición de uno de estos productos. La recepción
de aquellos folletos y catálogos disparaba en nosotros
la imaginación y la mitificación de aquellas
máquinas completamente desconocidas, las computadoras.
Pero sus precios eran prohibitivos para un adolescente con
paga semanal de 500 pesetas (que ya era dinero), y ello
reforzaba nuestra presunción de que aquellas maquinitas con botones y letras serigrafiadas
eran algo más que un juguete. Mi pasión por los ordenadores
ya estaba decidida y hacia 1983, una computadora de bolsillo
(pocket computer) CASIO FX-702P se cruza en mi vida confirmando
mi tendencia. Al realizar un curso de programación BASIC
en el año 1983 organizado por un par de profesores
en el colegio que había frente a mi casa, tiene lugar
mi primer contacto con una de estas misteriosas maquinitas,
una computadora de bolsillo, aún la recuerdo. La singular
belleza de esas microcomputadoras acabaron fascinando a
un adolescente completamente atrapado ya en la creatividad
de la programación. Del tamaño de una calculadora
gigante y dotada de un teclado alfanumérico apto
para la programación BASIC, la CASIO FX-702-P (y
otras muchas pocket computers de la época) resultaba
a mis ojos sencillamente preciosa, y aunque la mayoría
de personas pensaran en aquel momento que se trataba de
una simple calculadora científica, ciertamente estaban equivocados.
Poco después de eso, en 1983-84,
llega a mis manos mi primer ordenador personal y que aún
hoy conservo. Yo aún no podía imaginar que aquella máquina
transformaría mi vida por completo. El ZX-81 de Sinclair,
el predecesor del ZX-Spectrum con un sólo KiloByte de memoria
RAM fue más que suficiente para despertar la mente
de un adolescente inquieto y apasionado por las máquinas
y arrastrarme para siempre al mundo de la computación.
Tras este equipo bastante limitado, otros muchos pasaron
por mis manos durante aquella década prodigiosa que fueron
los '80, el mítico ZX-Spectrum fue el siguiente y
más explotado de todos, más tarde llegaron
los desconocidos Oric-Atmos y Laser-200, la Pocket Computer
Casio PB-1000, el trepidante Commodore Amiga. Algunos de
ellos, aún hoy ocupan un lugar privilegiado en mi estantería,
otros muchos quedaron suspendidos y mitificados para siempre
en un sueño que nunca pudo hacerse realidad (Sinclair QL
y Laser 3000), aunque quien sabe, tal vez algún día...
Durante este periodo, algunos profesores marcaron
en mí una huella imborrable con su ejemplo de entrega y
vocación, auténticos apasionados por la educación
y por el conocimiento, personas muy humanas y conscientes
de su papel. Con especial cariño recuerdo a D. Angel Castro
Maestro, un auténtico MAESTRO de una calidad humana
y un carisma poco común, entrañable y apasionado
capaz de hacer soñar a los jóvenes despiertos,
y también a D. Eduardo Guerra Melenas, el sabio profesor
de matématicas e informática en el instituto y capaz de
transmitir desde su humildad verdadera pasión en
sus clases.
Desde
entonces, aún
habiendo existido breves etapas de vacío en el contacto
con las máquinas, mi cuasi obsesiva atracción por el ordenador
permanece intacta y dispuesta a eclosionar en cualquier
momento cuando las variables circunstanciales lo permiten.

Rafael Lomeña Varo
©© 2017
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